miércoles, 9 de septiembre de 2015

Subtítulo.

Vacio, que no seco, el vaso se cae y se sigue rompiendo.
Con el calor corporal superando lo habitual, ni sientes los cristales hasta que rozan los tendones.
Pensamiento giratorio comúnmente semanal se para en seco para convertirse en sudores.
¿Frios, hirvientes? Ni lo notas. Solo te percatas de ese estómago rebosante pero vacío, con larvas de penurias recorriendo los alrededores.
Complejas ideas volatilizadas, ya no hacen falta. Las voces raspan las paredes haciendo sangre, sacando yeso, agujereando el escondite. Iluso, divisas lo que crees que es un inofensivo rayo de luz y cuando te quieres dar cuenta ya no tienes mano, ni cabeza, ni cuerpo, ni nada. Ya nada te pertenece, todo ha pasado a ser propiedad de la aleatoriedad que te ha traido hasta aquí. Todo, y absolutamente todo.
Sin pluma y con rios de tinta.
Sin folios y con mares de escritos.
Sin ideas y con millones de pensamientos.
Para, por, cuando.
Vine, ví y me hirieron.
Retrocedí, sentí y caí.

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