domingo, 21 de octubre de 2012

Azul oscuro casi negro.

Nos vamos y volvemos por diferentes caminos pero con el mismo final. Esta tragicomedia pintada por un daltónico tiene colores únicos pero a la vez familiares, sonidos casi imperceptibles pero que una vez escuchados se vuelven necesarios, como una droga para un yonki. Vuelven los actos transformados en palabras y versos transformados en acciones, una y otra vez, como una carrera dentro de un círculo, sabiendo que volverás a pasar por el mismo sitio con la esperanza de que en un determinado momento puedas parar y salir de ahí. Nos moldeamos a las situaciones, a la vida, vamos cambiando de una época a otra, pero cuando te quieres dar cuenta han sido tantos cambios que has vuelto a tus inicios, condenado a repetir otra vez ese largo proceso o a quedarte parado en uno de ellos, pensando y sabiendo que es el mas cómodo una vez visto todos. Una vez terminado el camino,  vuelves a la linea de salida otra vez mas pero ahora con una mochila cargada de experiencias, flores y piedras, caricias y cicatrices... La pregunta es: ¿Quieres seguir llenándola o ya cargas con suficiente peso en tu espalda?

martes, 16 de octubre de 2012

Madriguera

Hablar con tu blablabla es reconfortante ya que no te permite escuchar a los demás, ni a tus propios pensamientos. Si, es reconfortante hasta tal punto que cuando acabas te olvidas de los oídos confidentes y de las bocas que permanecieron cerradas para que se pudiera abrir la tuya. Es difícil ser consciente de que algunas fauces no se abren con tanta facilidad para poder extraer su petróleo, que solo se abren para emitir típicos fraseos irrelevantes para que tu puedas seguir escupiendo tu saliva ácida, esa que expulsas para que no te queme pero que acaba derritiendo ese cerebro silencioso con complejo de espía, ese que quiere que creas que solo sabe escuchar y no puede hablar y en realidad se deshace por dentro. ¿Hola? ¿Alguien responde? Tranquilo, ya se fue y nos quedamos solos viejo amigo, cuéntame a mí tus nuevas penas, que ya sé que soy tu único confidente pero sabes que por muy desgastada que esté mi madera, seguirá siendo fiable como el primer día. No es nada discutible su fiabilidad, pero si que lo es su limite y el tiempo que necesita para enfriarse. Sobrecalentamientos mensuales tienden a preocuparme hasta tal punto que tengo que reiniciarme y pensar en modo automático, similar a cuando respiramos sin darnos cuenta, cuando pestañeamos sin darnos cuenta siquiera de esa décima de segundos a oscuras o como cuando siento sin sentir, como esperando a que pase el tiempo y poder encender otra vez los motores para analizarlo con detenimiento. En templado pienso a alto rendimiento, dándome cuenta del tiempo invertido y no cobrado en felicidad y entonces vuelvo a girar las llaves, a desconectar, mirarme al espejo y volver a notar como mi antiguo compañero se vuelve a esconder en su profunda madriguera sin emitir ningún sonido.

viernes, 5 de octubre de 2012

Cartas.

Dos índices de norte faltos son lo que me indican que no debería talar el bosque que me da oxígeno. Yo mismo lo digo..."Debería..." dando a entender que sería lo mas lógico, pero no por ello que lo haga. No debería frustrarme por pensamientos erróneos de terceros, o de segundos, puede que de primeros, pero difícil es a veces diferenciar unos de otros. No debería pensar a secas (irónico se muestra que cuando mas piense sea en las mojadas, ya sean naturales o provocadas con sabor salado). Afecta pero no de las formas pasadas, afecta de forma diferente, de forma rara, de forma que quema, pero a las horas no se nota. Pero volvemos a lo típico, a lo característico de varias primaveras y demasiados inviernos ¿Quien no necesita lo obvio? ¿Quien rechaza los blandos? ¿Quien busca lo evitado? ¿Quien evita lo ansiado? Todos nos volvemos irracionales en algún momento y nos convertimos en ese "quien", pero puede que en esos momentos de locura mental calmada incontrolada sea cuando mejores decisiones tomamos. A medida que pasa la edad vas barajando ideas, quemándolas y cogiendo nuevas, como si de un juego de cartas se tratara. A medida que pasa la edad vas cambiando de pensamientos, creyendo que no volverás a verlos ni por el retrovisor, pero cuando apartas la vista sin darte cuenta y vuelves a mirar a tus manos, te das cuenta de que vuelves a tener las mismas cartas con las que empezaste, esas que no querías ni ver y que ahora te sientan como un soplo de brisa en la cara un domingo de otoño. Ahora es mi turno, no miro las cartas desde hace 10 turnos, las pongo boca abajo, evito pensar en ellas pero a la vez surjen miles de posibilidades en mi mente. Me acabo rindiendo, mirándolas de reojo, con miedo, con temor a ver algo que me asuste demasiado... pero cuando me quiero dar cuenta las cartas que estoy sosteniendo son las mismas que con las que empecé, pero parecen mas limpias, mas sabias, mas valoradas. ¿Por qué no? escucho en mi cabeza a la vez que mi mano sube las apuestas. ¿Pero que haces? resuena en mi boca a la vez que me muerdo de forma impulsiva el labio. Las apuestas se cierran, las cartas se muestran y la sangre se vuelve hielo durante unas centésimas. Mis ojos miran descompuestos hacia todas las cartas de la mesa y a la vez a ninguna, están tan nerviosos que se olvidan de como conectar con el cerebro. "Has ganado" dicen mis ojos. "Coge lo que te pertenece" dicen mis manos. "Juega una mas, pero aparta parte de tu dinero" dice parte de mi cabeza. "Otra ronda mas, con todo" dice mi corazón. "Deja ya este engañabobos y no permitas que todo dependa de la suerte" dice mi sentido común, callado hasta ahora. Intento hacerle caso a este último pero cuando me quiero dar cuenta vuelvo a pedir cartas, "¡Insensato!" me escupe mi sentido común a la vez que lo amordazan mi cabeza y mi corazón. Le acaricio con calma y le digo: "Prometo que a la siguiente ronda me retiraré" una vez más...