martes, 16 de octubre de 2012

Madriguera

Hablar con tu blablabla es reconfortante ya que no te permite escuchar a los demás, ni a tus propios pensamientos. Si, es reconfortante hasta tal punto que cuando acabas te olvidas de los oídos confidentes y de las bocas que permanecieron cerradas para que se pudiera abrir la tuya. Es difícil ser consciente de que algunas fauces no se abren con tanta facilidad para poder extraer su petróleo, que solo se abren para emitir típicos fraseos irrelevantes para que tu puedas seguir escupiendo tu saliva ácida, esa que expulsas para que no te queme pero que acaba derritiendo ese cerebro silencioso con complejo de espía, ese que quiere que creas que solo sabe escuchar y no puede hablar y en realidad se deshace por dentro. ¿Hola? ¿Alguien responde? Tranquilo, ya se fue y nos quedamos solos viejo amigo, cuéntame a mí tus nuevas penas, que ya sé que soy tu único confidente pero sabes que por muy desgastada que esté mi madera, seguirá siendo fiable como el primer día. No es nada discutible su fiabilidad, pero si que lo es su limite y el tiempo que necesita para enfriarse. Sobrecalentamientos mensuales tienden a preocuparme hasta tal punto que tengo que reiniciarme y pensar en modo automático, similar a cuando respiramos sin darnos cuenta, cuando pestañeamos sin darnos cuenta siquiera de esa décima de segundos a oscuras o como cuando siento sin sentir, como esperando a que pase el tiempo y poder encender otra vez los motores para analizarlo con detenimiento. En templado pienso a alto rendimiento, dándome cuenta del tiempo invertido y no cobrado en felicidad y entonces vuelvo a girar las llaves, a desconectar, mirarme al espejo y volver a notar como mi antiguo compañero se vuelve a esconder en su profunda madriguera sin emitir ningún sonido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario