viernes, 26 de diciembre de 2014

Aprieta.

Brisas interiores no dejan de golpear en la ventana, empañándola, haciéndote pensar que deberías pensar en qué se piensa cuando la cumbre está tan nevada que el suelo ni se intuye, ni se imagina, ni se recuerda. Y la sangre no deja de recorrerme, y yo no dejo de sentirla por mis extremos, y yo no puedo responder, y las sienes me aprietan porque ya no son de mi talla, y el tiempo pasa en vano cuando no nos dan cuerda, y los copos caen sin hacernos sentir frío, y qué más... y qué más...

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